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Rafael dijo a Tobías antes de llegar a la casa de su padre:

—Estoy seguro de que tu padre recobrará la vista. Úntale en los ojos la hiel del pescado. Este remedio hará que las nubes se encojan y desaparezcan de sus ojos. Tu padre recobrará la vista y verá otra vez la luz.

Ana salió corriendo y abrazó a su hijo, diciendo:

—¡Por fin te veo, hijo mío! ¡Ahora ya puedo morirme!

Y empezó a llorar.

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